(El País, 07-04-2025) | Mercantil, civil y administrativo

El llamado "Día de la Liberación" proclamado con entusiasmo por Donald Trump este miércoles en la Rosaleda de la Casa Blanca sorprendió a los presidentes de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del Consejo Europeo, António Costa, durante su visita a Samarcanda, una emblemática ciudad de la antigua Ruta de la Seda. La elección de ese lugar no fue casual: ambos dirigentes europeos se encontraban allí para reunirse con los líderes de Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán, con el objetivo de reforzar los lazos entre la Unión Europea y Asia Central. Esta visita sigue a otro viaje reciente a la India por parte de casi todo el Colegio de Comisarios, que tuvo una meta similar: establecer una alianza económica sólida, con la intención de cerrar un acuerdo comercial antes de que acabe el año.

En Bruselas crece cada vez más el apoyo a una estrategia de expansión de los vínculos comerciales. El caso más emblemático es el de Mercosur, donde las voces críticas han perdido fuerza y las favorables ganan terreno, incluso entre aquellos que suelen ser más comedidos por su rol institucional. "Es tiempo de avanzar en los acuerdos con Mercosur, México, y de acelerar las negociaciones con India y otros socios estratégicos", expresó António Costa en su cuenta de X (antes Twitter). Esta postura se repite con frecuencia entre analistas y dirigentes políticos, como respuesta a la ola proteccionista y aislacionista desatada por Trump, que ha cambiado radicalmente las reglas del juego global.

Tanto Von der Leyen como Costa han sido claros en su intención de reforzar alianzas con terceros países. "Europa ya mantiene acuerdos comerciales con 76 naciones y seguimos ampliando esta red. Acabamos de cerrar pactos con Mercosur, México y Suiza, y hemos lanzado una asociación pionera con Sudáfrica. Nuestro objetivo es concluir un acuerdo comercial con la India antes de que termine el año. También mantenemos negociaciones activas con Indonesia y Tailandia", afirmó recientemente la presidenta de la Comisión Europea. Su mensaje es directo: "Europa es un socio fiable, coherente y comprometido con un comercio justo". Y, entre líneas, también se deja entrever un contraste con la postura estadounidense: Europa no sigue el camino de EE. UU. Se busca diversificar mercados y reforzar la estabilidad geoestratégica, como respuesta a la oleada arancelaria impulsada por Trump desde su regreso a la presidencia hace menos de tres meses.

Mientras Europa extiende puentes, en Estados Unidos se ha consolidado una visión del mundo que trastoca el orden económico global que el propio país ayudó a forjar y del cual ha sido uno de los grandes beneficiarios. Trump ha puesto en entredicho sus alianzas históricas, primero en el plano militar -cuestionando la OTAN- y ahora en el económico, al atacar el libre comercio, emulando una política proteccionista opuesta al legado de figuras como Ronald Reagan. Estados Unidos cierra fronteras y reduce su apertura económica, bajo la narrativa de que el mundo exterior es el que se está aislando, cuando en realidad es Washington quien se repliega.

China es una de las grandes perjudicadas por esta estrategia. Los nuevos aranceles estadounidenses parecen aplicarse con un criterio arbitrario, basado en un método peculiar que castiga más a aliados tradicionales que a adversarios: Japón, por ejemplo, recibe una carga del 24%, mayor que la de Irán; Rusia, pese a la retórica oficial, no aparece afectada bajo el argumento de que no hay relaciones comerciales activas; y hasta Israel, uno de los principales aliados de EE. UU., sufre un arancel del 17% pese a haber eliminado previamente los suyos para evitar represalias.

Por ahora, la reacción de la mayoría de los socios tradicionales de EE. UU. ha sido de cautela. Reino Unido, Japón y la UE han optado por intentar negociar antes de responder con contramedidas. Incluso China, el país más golpeado, ha hecho un llamado al diálogo. "No hay vencedores en las guerras comerciales. El proteccionismo no es una solución. Cada vez más países rechazan las medidas unilaterales y coercitivas como las que está tomando EE. UU.", declaró Guo Jiakun, portavoz del Ministerio de Exteriores chino. Pese a ello, la mayoría de los expertos coinciden en que, si los países afectados respondieran con medidas similares, el mayor perjudicado sería Estados Unidos, cuya economía podría ralentizarse significativamente y sufrir un repunte de la inflación.

Quizá por eso, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, lanzó un mensaje de calma a través de Fox News: "Mi recomendación para todos los países es que no respondan con represalias. Tomémoslo con calma. Observemos cómo evoluciona la situación. Si todos reaccionan, esto irá a más; si no, puede detenerse aquí". Un llamado que refleja el temor a un aislamiento aún mayor de EE. UU., lo que podría alejarlo tanto de sus competidores como de sus aliados históricos y tener un efecto negativo en la economía global. La Organización Mundial del Comercio ya ha advertido que el comercio mundial podría contraerse un 1%.

En este contexto, la UE intenta minimizar los efectos negativos mediante la intensificación de relaciones comerciales ya existentes, como las que mantiene con México y Chile, y avanzando en nuevos acuerdos, como los de Mercosur o India. Aunque es inviable sustituir en el corto plazo la relación con EE. UU., cuyo intercambio de bienes y servicios con la UE alcanzó 1,6 billones de euros en 2023, se buscan alternativas que puedan amortiguar el impacto.

André Sapir, profesor en la Universidad Libre de Bruselas y miembro del centro de estudios Bruegel, lo explica así: "El 40% de la inversión extranjera directa de la UE se dirige a EE. UU. y viceversa. Estamos profundamente entrelazados. No es fácil -ni deseable- romper esa relación. Las empresas están integradas en cadenas de valor globales. Hay una interdependencia estructural que no se puede deshacer de la noche a la mañana".

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