(El Economista, 15-11-2024) | Laboral
En los últimos años, este concepto ha sido objeto de numerosos debates en el ámbito de los recursos humanos, lo cual no sorprende dada la creciente proporción de desempleados en este rango de edad y las dificultades que denuncian para reincorporarse al mercado laboral. Sin embargo, aunque estas voces han ganado visibilidad en los medios y en la sociedad, su impacto en el diseño de políticas económicas sigue siendo limitado, lo que evidencia estrategias insuficientes para abordar un problema que ya está afectando al mercado laboral, incluso en un contexto de crecimiento del empleo como el actual.
En un país como España, que registra la mayor tasa de desempleo de la Unión Europea (11,2% según las cifras más recientes), resulta comprensible que se ponga el foco en el paro juvenil, que alcanza un alarmante 26,9%, frente al 9,2% de los mayores de 45 años. Estas cifras han sustentado una "cultura del relevo" que asume que anticipar la jubilación de los trabajadores senior facilita la incorporación de los jóvenes al mercado laboral. Sin embargo, en la última década, esta perspectiva ha demostrado ser un error, no solo porque no ha logrado generar empleo de calidad para los jóvenes, sino también porque ha dejado al país enfrentándose a un desafío sin precedentes: la incapacidad para mantener y crear oportunidades laborales para los trabajadores más veteranos.
En los últimos cinco años, el foco del debate social ha girado hacia estos últimos. De hecho, los datos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) muestran que el 57,2% de los desempleados registrados tiene más de 45 años. Sin embargo, numerosos analistas señalan que estas cifras están sesgadas, ya que los parados más jóvenes suelen tener menos incentivos para registrarse en las oficinas de empleo. A pesar de ello, el propio SEPE revela una paradoja inquietante: aunque los mayores de 45 años representan la mayoría de los desempleados registrados, solo consiguen un 35,7% de las colocaciones, lo que evidencia una brecha de más de 20 puntos en las oportunidades laborales para este grupo.
¿Son más fiables los datos del SEPE que los de la Encuesta de Población Activa (EPA), que reflejan tasas de desempleo mucho más desfavorables para los jóvenes? La respuesta radica en que ambas métricas son difíciles de comparar. Mientras que el SEPE calcula el porcentaje de desempleados por grupo de edad sobre el total de parados, la EPA lo hace sobre el total de población activa. Sin embargo, si se aplica la metodología del SEPE a los datos de la EPA, surge una discrepancia: según esta encuesta, los parados mayores de 45 años representan solo el 39,9% del total, una cifra significativamente inferior a la del SEPE, lo que lleva a algunos expertos a cuestionar si el impacto del edadismo está siendo sobrevalorado en España.
La diferencia radica en el enfoque de ambas fuentes. El SEPE contabiliza únicamente a quienes están registrados como demandantes de empleo y cumplen ciertos requisitos (no trabajar, buscar activamente empleo y estar disponibles para aceptar una oferta). Por otro lado, la EPA realiza un sondeo que detecta a muchos desempleados, especialmente jóvenes, que no están inscritos en las oficinas de empleo. Esto genera una brecha entre ambas estadísticas que sigue alimentando el debate sobre el alcance real del problema del desempleo por franjas de edad.