(El Economista, 06-02-2025) | Mercantil, civil y administrativo

La economía española aún mantiene una considerable distancia con la alemana en términos de renta per cápita, una brecha que persistirá en el corto plazo. No obstante, la situación ha cambiado drásticamente en apenas cuatro años. En 2020, en plena pandemia, España sufrió un impacto económico severo, mientras que Alemania, con su potente sector industrial, resistió mejor. Como resultado, la diferencia en el PIB per cápita entre ambos países se amplió hasta casi 13.000 dólares. Sin embargo, la tendencia ha dado un giro inesperado: mientras España ha capitalizado su fortaleza en sectores como el turismo y el ocio, Alemania enfrenta dificultades para adaptar su modelo económico a la nueva realidad global. Actualmente, la brecha en PIB per cápita se ha reducido en 3.000 euros y todo apunta a que continuará estrechándose. Aunque la convergencia total aún está lejos, España avanza rápidamente en esta dirección.

Eurostat, la agencia estadística de la UE, ha comenzado a publicar datos que reflejan esta evolución. En 2024, el PIB per cápita español creció un 2,3%, mientras que el alemán se contrajo un 0,4% debido al estancamiento económico y al aumento de la población. Esto indica que España no solo crece por una mayor utilización de recursos, sino también por un incremento en la productividad. Este acercamiento se evidencia también en el PIB total, donde España ha cerrado la brecha que se abrió tras la crisis de 2008.

En términos absolutos, el PIB per cápita español alcanzó los 26.210 euros en 2024, un aumento de 590 euros respecto al año anterior, mientras que el de Alemania cayó a 36.130 euros, reduciéndose en 160 euros. Como los datos están ajustados por inflación, los precios no influyen directamente en esta comparación. Así, la diferencia entre ambos países se ha reducido a 9.920 euros desde los casi 13.000 de 2020. Si la tendencia actual se mantuviera -aunque es poco probable a ese ritmo- España podría alcanzar a Alemania en algún momento de la próxima década.

Hoy en día, el PIB per cápita español equivale al 72,54% del alemán, volviendo a niveles de 2009. Aún queda camino por recorrer hasta los máximos de 2005, cuando España llegó a representar el 77% de la renta alemana. Sin embargo, la diferencia clave es que en aquel entonces el crecimiento español estaba impulsado por una burbuja inmobiliaria y de crédito, lo que lo hacía insostenible. En cambio, el crecimiento actual parece más equilibrado, reduciendo el riesgo de una crisis similar a la de 2008.

En los últimos años, España ha mantenido un superávit por cuenta corriente estable, un mercado crediticio funcional y un crecimiento no basado en la construcción. No obstante, persisten desafíos, como el elevado endeudamiento público y la dependencia del turismo. Un cambio en las preferencias globales de los viajeros podría afectar significativamente la economía española. Aun así, el crecimiento económico se está viendo acompañado de mejoras en la productividad, lo que refuerza su sostenibilidad.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) sorprendió con su último informe de PIB: además de un crecimiento anual del 3,5%, se destacó un aumento del 2,8% en las horas trabajadas y del 2,3% en los empleos equivalentes a tiempo completo. Además, la productividad por trabajador creció un 1,2% y la productividad por hora trabajada, un 0,7%. Es decir, España está generando empleo mientras aumenta su eficiencia, un fenómeno que hasta hace poco parecía inalcanzable.

Un informe reciente de JP Morgan arroja luz sobre este avance. Según el banco, la productividad española ha comenzado a recuperarse, a diferencia de la tendencia general en la eurozona. Un factor clave es el crecimiento de la población en edad de trabajar, impulsado por la inmigración, especialmente de Latinoamérica. La llegada de trabajadores con cualificación y rápida integración en el mercado laboral ha favorecido este repunte de la productividad.

Por otro lado, Alemania enfrenta una situación opuesta. Su PIB se ha mantenido estancado desde la pandemia, con dos años consecutivos de contracción en 2023 y 2024, algo que no ocurría desde 2002-2003. El gran problema radica en su sector industrial, tradicionalmente el motor de su economía, que ahora sufre por la pérdida de competitividad, la falta de inversión y los altos impuestos.

El modelo económico alemán, basado en exportaciones de alto valor añadido, ha sido golpeado por varios frentes. Por un lado, la desaceleración del consumo en China ha impactado fuertemente a sus empresas, especialmente en la industria automovilística. Por otro, el propio gigante asiático se ha convertido en un feroz competidor, inundando Europa con vehículos eléctricos asequibles.

El panorama futuro no es alentador para Alemania. Además de la competencia china, el posible regreso de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. y sus amenazas arancelarias podrían afectar gravemente a la industria alemana, en particular al sector automovilístico, que ha dependido en gran medida del mercado estadounidense tras la caída de la demanda china.

En contraste, España ha sabido aprovechar el auge del turismo y la transformación hacia una economía basada en servicios, adaptándose mejor a las nuevas tendencias globales. Aunque aún queda un largo camino para igualar a Alemania, la distancia se acorta cada vez más, en un giro que pocos habrían anticipado hace apenas unos años.

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