(El País, 05-12-2024) | Mercantil, civil y administrativo
Aunque la pandemia de coronavirus ha quedado en el pasado, sus efectos siguen afectando la economía de los países en desarrollo. Durante la crisis, estas naciones incrementaron significativamente sus niveles de endeudamiento para contrarrestar la caída de la actividad económica y de los ingresos fiscales, además de fortalecer sus sistemas de salud. Esta tendencia persiste y, según el informe sobre deuda internacional del Banco Mundial publicado este martes, en 2023 la deuda total de estas economías alcanzó un récord histórico de 8,8 billones de dólares.
El endeudamiento a corto plazo de los países en desarrollo creció por tercer año consecutivo, aumentando un 5,5% en 2022 y situándose en 1,1 billones de dólares. Esto pone de manifiesto su dependencia de financiamiento inmediato para cubrir necesidades urgentes. Asimismo, aunque la deuda a largo plazo registró una ligera caída del 0,3% en 2022, ha mantenido una tendencia al alza desde 2006. Este crecimiento se produjo en un contexto de tipos de interés globales en máximos de 20 años, lo que incrementó los costos de servicio de la deuda. Según el Banco Mundial, esto ha reducido los presupuestos destinados a sectores clave como salud, educación y medio ambiente.
En este panorama, China sigue siendo un actor central en la dinámica de la deuda global. Hasta el año pasado, se mantuvo como el mayor prestatario entre los países emergentes, representando el 27,4% de su deuda total. Sin embargo, el endeudamiento chino, que se ha triplicado desde 2010, experimentó una disminución por segundo año consecutivo, bajando un 1,1% en 2023 y situándose en 2,4 billones de dólares. Este retroceso se debe principalmente a la contracción en los préstamos del sector privado no garantizado, que son aquellos sin respaldo estatal explícito.
El perfil de la deuda china refleja una economía en marcha a dos ritmos. Por un lado, el país concentra más de la mitad de la deuda a corto plazo acumulada por los países en desarrollo, lo que lo hace vulnerable a las fluctuaciones de los mercados internacionales tanto en el corto como en el largo plazo. En el último año, esta categoría aumentó cerca de un 2%, alcanzando los 1,3 billones de dólares. Por otro lado, la deuda a largo plazo de China disminuyó un 4,2% hasta situarse en 1,1 billones de dólares, debido a una menor demanda de préstamos por parte del sector privado sin respaldo gubernamental, que redujo su deuda total en más del 8%. Esto se refleja en un descenso en la emisión de bonos y en la contratación de créditos bancarios, mostrando una postura más cautelosa del sector empresarial.
La reducción del endeudamiento chino está vinculada a la desaceleración de su economía, impulsada en gran medida por la crisis en el sector inmobiliario. Entre abril y septiembre, el Producto Interior Bruto (PIB) del país creció por debajo del objetivo del 5% fijado por el Gobierno para 2023, afectado principalmente por un descenso del 10% en la inversión inmobiliaria entre enero y septiembre, en comparación con el año anterior. Para contrarrestar esta situación, Pekín ha implementado medidas de estímulo, como recortar las tasas de interés y las hipotecas, aumentar los límites de deuda para los gobiernos locales y destinar más financiación a proyectos de vivienda con el objetivo de apoyar a los promotores en la finalización de sus obras.