(El País, 09-10-2024) | Laboral
Existen dos formas de obtener ingresos: a través del salario generado por el trabajo y mediante las rentas del capital, que son los ingresos recibidos por los propietarios de activos como tierras, edificios, acciones o patentes. Dado que este segundo tipo de ingresos suele estar concentrado entre los más ricos, su mayor peso en el total de ingresos de un país es un indicador de mayor desigualdad. Por lo tanto, la evolución de estas dos fuentes de riqueza ayuda a medir si la inequidad está aumentando o disminuyendo. De acuerdo con un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los últimos años el capital ha ganado protagonismo en relación con los salarios, un fenómeno atribuido principalmente al desarrollo tecnológico. La automatización, que ha reducido las horas de trabajo, es uno de los factores que explican este cambio, y la inteligencia artificial podría acentuarlo si no se implementan medidas correctivas, según los autores del informe.
"El ingreso laboral, junto con el ingreso de capital, que es el generado por la propiedad de activos, constituyen el ingreso nacional total. Como los ingresos de capital tienden a concentrarse en personas más ricas, la participación de los ingresos laborales se utiliza comúnmente como un indicador de la desigualdad", señala el informe de la OIT. Desde 2019, la participación de los ingresos laborales en el total de ingresos mundiales ha disminuido 0,6 puntos, pasando del 52,9% en 2019 al 52,3% en 2022, nivel que se ha mantenido desde entonces.
Observando un período más largo, la caída es más pronunciada: en las dos últimas décadas, la participación de los salarios en los ingresos ha bajado 1,6 puntos porcentuales, con el 40% de esa reducción ocurriendo en los últimos cinco años. Aunque la disminución parece pequeña, sus efectos son significativos. La OIT calcula que este descenso representa 2,4 billones de dólares menos en ingresos laborales a nivel mundial para 2024 (en comparación con 2004). Desglosando por regiones, Europa ha registrado una caída de un punto desde 2019, mientras que América y África han visto un descenso de 1,2 puntos, los Estados Árabes 0,8 y Asia-Pacífico 0,2.
En España, la contracción ha sido aún mayor, con una caída de 1,58 puntos desde 2019, cuando los ingresos laborales representaban el 59,5% de la riqueza total, frente al 57,9% actual. Si miramos las últimas dos décadas, los salarios en España han perdido 4,46 puntos porcentuales, en comparación con el promedio global de 1,6. Los investigadores de la OIT señalan que esta tendencia de disminución en la participación laboral del ingreso comenzó en la década de 1980. Durante las crisis, esta variable suele aumentar temporalmente, ya que los ingresos del capital caen más rápido que los salarios durante las recesiones.
Roger Gomis, uno de los autores del informe, explica que el estancamiento o leve aumento de esta variable en los últimos años en España puede estar relacionado con los incrementos salariales derivados de la crisis de precios y la evolución favorable del empleo en ese periodo, además de la reducción de las tasas de desempleo y subutilización laboral.
"La disminución de la participación de los ingresos laborales es un riesgo que los países deben enfrentar. Necesitamos políticas que fomenten una distribución más equitativa de los beneficios económicos, incluyendo la libertad de asociación, la negociación colectiva y una administración laboral eficaz, para lograr un crecimiento inclusivo y un desarrollo sostenible", señala Celeste Drake, directora general adjunta de la OIT, en la nota de prensa que acompaña al informe. Drake también advierte que este aumento en la desigualdad dificulta alcanzar el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU para 2030, que busca reducir la desigualdad dentro de los países y entre ellos.
Basándose en una muestra de 36 países, principalmente economías avanzadas, el análisis de la OIT concluye que las innovaciones tecnológicas de las últimas dos décadas han impulsado aumentos persistentes en la productividad laboral y el crecimiento económico, pero también han reducido la participación de los ingresos laborales. La automatización, en particular, ha jugado un papel clave en esta contracción, desplazando tareas humanas a robots.
Este hallazgo no es nuevo, sino que se alinea con una amplia literatura económica que sugiere que las mejoras tecnológicas pueden causar interrupciones temporales, reduciendo el empleo y las horas trabajadas en el corto plazo.