(El Economista, 11-12-2024) | Laboral
En un contexto donde el mercado laboral se enfría en la mayoría de las grandes economías del mundo, evidenciado por una disminución en vacantes y renuncias de trabajadores, España parece seguir un camino distinto. La tasa de puestos sin cubrir continúa en ascenso, y las dimisiones de empleados han alcanzado cifras récord, con 2,45 millones en los primeros diez meses del año. De estas, 1,86 millones corresponden a trabajadores con contratos indefinidos. Sin embargo, el caso español presenta características particulares, derivadas de un escenario donde los empleados en puestos más precarios están ganando mayor poder de negociación. Esto plantea un desafío significativo para miles de pequeñas empresas que dependen de un modelo intensivo en mano de obra.
Tradicionalmente, las dimisiones no han sido una variable relevante en el análisis del mercado laboral español, caracterizado por tener la tasa de paro más alta de la Unión Europea. Incluso cuando a nivel global se hablaba de una Gran Renuncia y en España comenzaban a surgir indicios de un aumento de esta tendencia, el tema solo se mencionaba en debates relacionados con el aumento del salario mínimo interprofesional (SMI), inspirados por el "Pagadles más" proclamado por el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden. No obstante, la realidad española es distinta y no puede resolverse únicamente mediante aumentos salariales.
Los expertos han subestimado esta tendencia, en parte porque resulta difícil entender que los trabajadores españoles abandonen voluntariamente sus empleos. Además, consideran que las renuncias son un reflejo de la precariedad laboral. Los datos respaldan esta percepción: hasta 2022, los contratos temporales representaban el 60% de las dimisiones, a pesar de que solo conformaban el 29% del empleo asalariado. Por su parte, los contratos indefinidos, que constituían el 62,9% del total, solo generaban el 36,7% de las renuncias. Esta desproporción sugiere que las bajas voluntarias estaban relacionadas principalmente con la inestabilidad laboral.
Un ejemplo ilustrativo sería el de un camarero con contrato temporal que abandona su puesto antes de que finalice. Tres escenarios pueden explicarlo. En el primero, el trabajador encuentra otro empleo con mejores condiciones, aunque la mejora no tiene que ser significativa debido a la baja calidad de su contrato original. En el segundo, deja el puesto sin otra oferta laboral, lo que a la empresa no le preocupa, ya que se ahorra la indemnización de 12 días por año trabajado. En el tercer caso, el trabajador acepta dimitir a cambio de una promesa de recontratación futura, en lo que sería un despido encubierto.
Las estadísticas de la Seguridad Social no desglosan las bajas por sector o duración del contrato, pero la evolución histórica muestra tendencias clave. Con la recuperación tras la crisis financiera, las dimisiones aumentaron, coincidiendo con el auge de sectores como la hostelería y el comercio, que generan contratos de corta duración. La reforma laboral de 2012, que pretendía facilitar los contratos indefinidos abaratando el despido improcedente, no logró revertir esta dinámica. Los contratos temporales siguieron representando alrededor del 30% de los afiliados al Régimen General, mientras que las renuncias de estos trabajadores continuaron incrementándose, especialmente en actividades estacionales.
Sin embargo, la reforma laboral de 2021 marcó un cambio radical. Los contratos indefinidos pasaron a representar el 72,8% del empleo asalariado, mientras que los temporales se redujeron al 12,8%. En paralelo, las dimisiones de indefinidos se dispararon al 75,9%, mientras que las de temporales cayeron al 22%. En términos absolutos, las renuncias de trabajadores indefinidos ascendieron a 1,86 millones en los primeros diez meses de 2023, frente a las 537.066 de empleados con contratos temporales. A estas cifras se suman 49.945 bajas de funcionarios, cargos políticos y otros empleados cuyos contratos no encajan en las categorías habituales de fijo o temporal.