(Cinco Días, 20-02-2025) | Mercantil, civil y administrativo

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, aprovecha cada oportunidad para anunciar nuevos aranceles a las importaciones. Aunque hasta ahora sus declaraciones han sido más amenazas que medidas concretas, este lunes volvió a insistir en el tema durante una intervención en Mar-a-Lago, su residencia en Palm Beach (Florida). En esta ocasión, aseguró que planea imponer aranceles de aproximadamente el 25% a la importación de automóviles, semiconductores y productos farmacéuticos, y prometió ofrecer más detalles el 2 de abril.

Cuando se le preguntó específicamente sobre los aranceles a los vehículos, respondió: "Probablemente lo anunciaré el 2 de abril, pero rondará el 25%". Respecto a los sectores farmacéutico y de semiconductores, indicó: "Será del 25% o más, y aumentará significativamente en el transcurso de un año. Sin embargo, queremos dar a las empresas tiempo para establecerse en el país, ya que si fabrican dentro de Estados Unidos, no estarán sujetas a aranceles. Por ello, les daremos una pequeña oportunidad", explicó.

No está claro hasta qué punto estas amenazas proteccionistas se traducirán en medidas concretas. Trump ya aprobó aranceles del 25% a Canadá y México, aunque luego los pospuso un mes a cambio de concesiones menores por parte de estos países. También estableció un arancel adicional del 10% a las importaciones procedentes de China, pero parecía dispuesto a retirarlo si el presidente Xi Jinping hacía ciertas concesiones, algo que no ocurrió. Esta falta de planificación llevó a un colapso aduanero, obligando a Estados Unidos a dar marcha atrás y eximir a la mayoría de los productos chinos de los nuevos aranceles debido a la incapacidad de procesar el volumen de importaciones.

La semana pasada, Trump reanudó su ofensiva comercial imponiendo aranceles al acero y al aluminio y amenazando con represalias contra todos los países que gravan productos estadounidenses. El jueves firmó un memorando que, en la práctica, supone una declaración de guerra comercial global, especialmente contra la Unión Europea. Su administración denomina esta estrategia como "comercio recíproco" o "aranceles recíprocos", aunque en realidad no se ajusta a esa definición.

Para reducir el elevado déficit comercial de Estados Unidos, Trump ha ordenado a su equipo diseñar un sistema de aranceles específicos por país. Sin embargo, este cálculo no responde a una fórmula matemática clara, sino a una combinación de factores que le permitirán justificar las medidas que desee aplicar. En apariencia, Estados Unidos está utilizando la amenaza de aranceles como herramienta de negociación para obtener ventajas económicas en el comercio internacional.

El mismo jueves, además de los "aranceles recíprocos", Trump adelantó que planea establecer gravámenes a la importación de automóviles, chips y productos farmacéuticos. Al día siguiente, anunció que los aranceles a los vehículos entrarían en vigor en abril. No obstante, ha incumplido en varias ocasiones los plazos que él mismo ha fijado.

La superposición de amenazas y medidas arancelarias hace difícil prever el impacto final. Por ejemplo, Estados Unidos ha declarado que los aranceles del 25% a México y Canadá, justificados por cuestiones de inmigración y el tráfico de fentanilo, se sumarán a los ya existentes sobre el aluminio y el acero. Lo mismo podría ocurrir con los automóviles, semiconductores y productos farmacéuticos, sin que quede claro si los países vecinos también estarán sujetos a los "aranceles recíprocos" en represalia por el déficit comercial que Estados Unidos mantiene con ellos.

Esta incertidumbre podría afectar la toma de decisiones económicas, generando un clima de inestabilidad que podría retrasar inversiones o incluso adelantar importaciones para evitar futuros aranceles, algo que ya ha ocurrido en parte.

Las grandes corporaciones estadounidenses e internacionales han empezado a alertar a sus inversores sobre el posible impacto de la guerra comercial impulsada por Trump. Algunas compañías advierten sobre los efectos de los aranceles ya aprobados, mientras que otras temen represalias o un conflicto comercial más amplio. También hay preocupaciones sobre las consecuencias para el crecimiento económico mundial, el aumento de los precios y la reducción de los márgenes de beneficio. Además, muchas empresas temen interrupciones en sus cadenas de suministro.

Desde el viernes, Trump ha estado fuera de Washington y ha firmado sus últimas órdenes ejecutivas desde Mar-a-Lago. Este martes, rubricó un decreto que amplía su control sobre las agencias independientes, afectando incluso a la Reserva Federal. Aunque el decreto respeta la autonomía del banco central en materia de política monetaria, impone la supervisión presidencial en cuestiones relacionadas con la regulación de instituciones financieras.

"El mandato no se aplicará a la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal ni al Comité Federal de Mercado Abierto en la gestión de la política monetaria. Sin embargo, sí se aplicará a la Junta de Gobernadores en lo que respecta a su supervisión y regulación de las instituciones financieras", señala el documento. Además, el presidente ha ordenado que las agencias y departamentos federales informen sobre los programas, contratos y subvenciones que han sido cancelados.

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